Crisis de los 30: Empieza el juego de los achaques, ¿cuál es el tuyo?

Compartir en Instagram se abrirá una nueva ventana
Guardar en Favoritos
Guardar en Favoritos
Crisis de los 30: Empieza el juego de los achaques, ¿cuál es el tuyo? Foto: iStock

A los 30 años estamos en una buena etapa, muy lejos de la infancia, pero nada cerca de ser considerados adultos mayores... sin embargo, parece que nuestros cuerpos no se enteran de eso, porque lejos de la idea de que a esta edad todos engordamos, están los achaques. No lo niegues, tú también te has encontrado quejándote de algo, ¿a poco no?

 

¿Tu rodilla te avisa cuando va a llover o prevé la temperatura? ¿Te duele la espalda después de cargar el super? ¿Ya sólo enfiestas un día porque la cruda te dura tres? ¿No entiendes cómo sobreviviste a las desveladas de la universidad? Bienvenido a los 30 y al juego de los achaques.

 

De niños y adolescentes suplicábamos a nuestros papás por poder dormirnos tarde para ver Otro Rollo (comparto ese gusto culposo), jugar videojuegos o ir a nuestras primeras fiestas... Hoy rogamos por llegar a casa temprano o terminar nuestros pendientes a una hora razonable para poder ver un poco de Netflix y dormir, porque no son lo mismo los 3 mosqueteros que 10 años después.

 

Y es que de verdad es increíble el descenso en el nivel de energía, a veces me siento una mujer de 33 en el cuerpo de una persona de la tercera edad. Lo digo porque de verdad me he cachado cabeceando como lo hacía mi abuelo a sus ochenta y tantos en el metro, el banco, en clase... lugares sobran.

 

¿Cuándo fue la última vez que te desvelaste? Yo entre semana suelo hacerlo uno o dos días por “loca” (y te diré, por desvelarme hablo de dormirme a las 12 a.m.), pero créeme, con eso basta para que los sábados no logre levantarme antes de las 11, porque mi cuerpo ya está viejito. ¡No es broma!

 

A veces siento que me lo acabé en mi “juventud”, más específicamente en la universidad... Y mira que quienes me conocen no me dejarán mentir: no fui una chava de fiestas ni alcohol, todo lo contrario. Pero mi cuerpo se desgastó y los 30 me están pasando factura con rodillas que duelen con el frío, la cadera que a veces se “desconchinfla”, el cabello que me abandona poco a poco, mientras las canas aparecen de sorpresa... y ni decir de las ojeras.

 

Aún no me salen arrugas, creo, mas no me dejarás mentir que nuestro cuerpo no es el mismo. Y no es que no funcione, aún jala bien, pero no te has preguntado: ¿qué será de ti a los 60 años? Porque yo sí y me asusta un poco.

 

“Cuando cumplas 30 vas a subir de peso”, todos escuchamos alguna vez esa sentencia, sin embargo, en medio de episodios de gastritis, colitis, ataques de ansiedad y nudos en la espalda por estrés, es lo que menos nos preocupa, aunque al mismo tiempo debería de hacerlo.

 

El otro día en una conferencia sobre hipertensión, un dato me sorprendió: en México esta enfermedad tiene una alta prevalencia en jóvenes; se presenta en personas entre 20 y 54 años, algo que realmente no debería ser si tomamos en cuenta que estamos en una etapa productiva y tenemos juventud.

 

Quizá me detendría un poco a cuestionarlo e incluso pensaría que es exageración, como lo hacía en mi adolescencia, pero conozco casos cercanos de este problema en personas jóvenes, incluso más que yo. Y es que de verdad los tiempos cambian y hoy nuestra vida es muy diferente a como era la de los treintañeros hace algunos ayeres.

 

Pese a las corrientes “healthy” que cada vez abundan más en nuestras redes sociales, las múltiples dietas que van rolándose para tomar el lugar de honor y la promoción del ejercicio y la moda del gimnasio, nuestro estilo de vida no es el más saludable.

 

Comida procesada, alta en calorías... o el otro extremo, desbalanceada y “demasiado saludable”, contaminación, cigarro, vapeo, horas y horas frente a la computadora, estrés en proporciones descabelladas, insomnio, preocupaciones... no es raro que presentemos achaques y, sí, también sobrepeso que nos lleve a desarrollar otras enfermedades.

 

Ojo, no digo que nuestros padres no estuvieran sometidos a estrés o que su vida fuera sencilla, pero hay muchos factores que hoy enfrentamos que nos vuelven quizá más vulnerables. La semana pasada hablaba sobre el mundo al que hoy nos enfrentamos y cómo éste nos mantiene en una constante crisis existencial y depresión y, claro, esto influye en nuestra salud física y mental.

 

Voy a fungir como conejillo de indias y ejemplo. Hoy no me considero la mujer más “saludable”, llevo meses sin hacer ejercicio “en forma” y a veces me ganan los antojos, pero los 18 años previos de mi vida fueron: comidas súper saludables, casi casi keto, ejercicio 5 o 6 veces por semana, jugos verdes, chía, linaza... y heme aquí, a mis 33 años tomando medicamento para la tiroides, la ansiedad y omeprazol de vez en cuando para la gastritis.

 

Obviamente no todos corremos con la misma suerte, habrá quien tenga los niveles de energía por los cielos y ningún achaque. ¿Podemos hacer un esfuerzo por llevar una vida más healthy? ¡Claro! Incorporemos frutas y verduras, granos enteros, 2 litros de agua, una barrita de proteína y 30 minutos de ejercicio al día, pero no dejemos de lado las cosas que también importan: nuestra salud mental, la paz y el descanso.

 

Porque no vamos a negar que el estrés al que está sometida nuestra generación influye en nuestro cuerpo. Así que, si alguien conoce la fórmula para “dejar de estresarme”, por favor compártala, porque estoy segura que la mayoría estamos perdidos en ese rubro.

 

Sólo por favor, sean buenos con nosotros si su idea es ponernos a meditar, muchos ni siquiera podemos mantener la mente quieta mientras nos bañamos, no nos pidan hacerlo durante 15 minutos.

 

Suena a chiste pero es anécdota: nuestro cuerpo no es el mismo que cuando teníamos 20, estamos más viejitos, pero también es cierto que nuestro estilo de vida ha ido desgastándolo. El pasado no se puede revertir, pero el presente sí se puede enfrentar de una forma distinta.

 

Es momento de volvernos conscientes de esa idea que parece tópico, pero tiene pura verdad: sólo tenemos un cuerpo y más allá de esperar que llegue intacto hasta la tumba, debemos procurar que nos dure más. Sí, nos reímos de nuestros achaques, yo lo hago mucho, mas eso no quita que procuremos atenderlos y enfrentarlos.

 

La juventud y la prisa con la que vivimos nos ha hecho poner nuestra salud como un pendiente que nunca tachamos, ese post it que se queda pegado por años en la pared, pero es momento de cambiar la perspectiva y comenzar a ponerla como prioridad. Y no te voy a decir que te vuelvas keto o vegano, porque yo no lo haré, y tampoco conozco tus circunstancias, pero sí te diré: no lo dejes pasar.

 

Lo que hoy es broma, mañana puede ser una cruel realidad. Haz esos pequeños cambios que estén a tu alcance, busca el equilibrio en tu alimentación, camina, toma tu vitamina D, calcio, bájale al alcohol y al cigarro, y, por lo que más quieras, ¡date tiempo para ti!

 

Lee, escucha música, viaja (cuando nos den luz verde, no a media pandemia), lo que sea que te haga feliz y te impida dejarte llevar por esta espiral de estrés y locura que implica la vida. Al final, envejecer es inevitable, pero hacerlo con dignidad y cuerpos fuertes sí está en nuestras manos.

 

Nos leemos la próxima semana. No olvides que mi correo: marisela.valencia@imagendigital.com , está abierto para leer tus sugerencias de temas y anécdotas, estamos juntos en esto. También puedes compartirme tu caos y crisis con el hashtag #MiCrisisDeLos30 en Facebook.

 

 

Compartir en Instagram se abrirá una nueva ventana
Guardar en Favoritos
Guardar en Favoritos
Lo que pasa en la red