¿Todo te da igual?

Cuando a una persona todo “le da igual”, es decir, que no reconoce sí tiene o no preferencias, se puede sospechar de un terrible padecimiento: el de la apatía, del vacío existencial, de la indiferencia y el de no estar comprometido con la propia vida. Entonces con ello, ¿cómo se puede tomar una decisión correcta?

Cada acción, cada elección, cada decisión es importante. Nunca va a ser lo mismo elegir iniciar el día con un café o con un té. No es lo mismo, para nada, elegir saludar con una sonrisa o no darle un saludo a la persona desconocida que encuentras en tu camino a mi trabajo.

No da lo mismo ponerse zapatos de tacón (que lastiman los pies) que un confortable par. Nada da igual. Cada decisión marcará el camino de tu destino, la forma de tu vejez, el modo incluso de tu muerte.

No es ni siquiera similar el escoger charlar con una amiga que con la otra; decidir qué película ver, si lees en lugar de encender la televisión. Por ello, es fundamental hacer conciencia de nuestra libertad.

Es esencial reconocer que sólo tú eres el arquitecto de tu destino y que de cada elección hay consecuencias. Que tu propia vida es causa y efecto. Lo que hoy estás sembrando es lo que cosecharás. Como dijo el poeta Emerson: “la naturaleza no se equivoca, lo que siembras cosechas”.

Por eso, reflexiona profundamente cada decisión que estás tomando, piensa qué será de tu futuro si continúas con alguna conducta destructiva (cómo por ejemplo comer de más o gastar más dinero del que tienes), y qué pasará si, por otra parte, decides sembrar con tus acciones, las semillas de un futuro más prometedor. Y tú, ¿cómo ves la vida?