Genes y ambiente influyen en mentes criminales

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Fuente: Photos.com

Para comprender cómo funcionan las mentes criminales de asesinos seriales, la doctora Feggy Ostrosky, directora del Laboratorio de Neuropsicología y Psicofisiología de la Facultad de Psicología de la UNAM, ha estudiado las mentes de criminales célebres como la mataviejitas, el ponchis, el niño sicario y el caníbal de la Guerrero, entre otros, tanto en prisión como fuera del ambiente carcelario.

 

La también autora del libro Mentes Asesinas, la violencia en tu cerebro, ha dedicado su vida a estudiar la relación entre el cerebro y la conducta humana, así como de los diferentes factores que influyen para que alguien sea un criminal. A decir de la especialista, no hay grandes diferencias o al menos no tan visibles en el cerebro de una persona “normal” y el de las mentes criminales.

 

“Mientras procesaban emociones de miedo o emociones morales, estudiamos el metabolismo cerebral de individuos violentos – no necesariamente criminales–, como policías judiciales o maridos golpeadores.

 

Encontramos diferencias sutiles pero significativas en el volumen de la amígdala izquierda, una estructura subcortical que procesa emociones del miedo y que en ellos tiene un menor volumen”.

 

Estos estudios son realizados con diferentes técnicas que permiten “mapear” el cerebro para saber cómo estas mentes criminales procesan información o cuál es su rendimiento en pruebas de atención, planeación, estímulos y reacciones.

 

La combinación de diferentes técnicas permite a los investigadores tener una idea más clara de lo que sucede en el cerebro de un criminal.

 

La idea de estudiar los cerebros criminales es para comprender la neurobiología de la violencia, con fines preventivos y de contención.

 

“A la fecha, hemos detectado periodos críticos en el desarrollo de un individuo violento o criminal: uno a los tres años, otro a los cinco o seis y uno más a los trece años; de manera que se pueden desarrollar programas de intervención tempranos en los que se modifique la forma de interacción del individuo con su cuidador primario y con los maestros”, detalló la especialista.

 

La investigadora comentó que a pesar de que los genes juegan un papel muy importante en la bioquímica del cerebro, en cómo se comunican las neuronas y la conducta; los neurotransmisores -como la serotonina, la dopamina o la norepinefrina– son quienes regulan el estado de ánimo y determinan que una persona actúe de cierta manera.

 

Es por eso, aclaró, que aunque los genes estén presentes, son los factores medioambientales como las historias de abuso físico, psicológico, de negligencia o de indiferencia quienes los “activan” o “apagan”.

 

La especialista que cuenta con estudios de posgrado en el Departamento de Trastornos de la Comunicación en la Universidad de Northwestern, Evanston, Illinois y un doctorado en biomedicina en la Facultad de Medicina de la UNAM, subrayó que en los próximos años la ciencia podrá ayudar a conocer mejor los factores de riesgo, tanto biológicos como medioambientales, que se presentan en las diferentes etapas del desarrollo con el fin de aportar nuevas estrategias de intervención.

Aclaracion:

El contenido mostrado es responsabilidad del autor y refleja su punto de vista, más no la ideología de Salud180.com

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