Cuando el último vuelo se fue: el golpe del encierro para un alma viajera

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Cuando el último vuelo se fue: el golpe del encierro para un alma viajera Foto: iStock

Esa noche que aterrizamos y bajé del avión, buscando la aplicación de taxis para regresar a casa, jamás pensé que sería la última vez en mucho tiempo. Tal como suele pasar con las últimas veces, se alejó de mí y así fue como el último vuelo partió y llegó el golpe del encierro para un alma viajera.

 

No soy viajera de profesión, pero sí por convicción, por pasión. Me mueve esa adrenalina de decir: “¿Qué puede pasar?”, comprar un vuelo y sentir las mariposas que se apoderan de ti cuando aterrizas en tu destino; la magia de los momentos que las fotografías no captan.

 

Si debo ponerme un título, diría que soy una viajera Godín, porque tengo un trabajo como la mayoría y ahorro para visitar mi siguiente destino, permaneciendo en él a veces una semana, otras un mes. No es perfecto, pero sí la fusión de las cosas que algún día soñé. 

 

Atribuyo a mi abuelo y a esas tardes leyendo el National Geographic, siendo apenas una niña, la herencia viajera que corre por mis venas; culpa compartida con los libros y esos lugares, quizá inexistentes, que quería conocer.

 

La ciencia respalda mi deseo insaciable por cruzar fronteras. Estudios asocian el viajar con una mayor salud y menor riesgo de sufrir ataques cardíacos en quienes viajan por placer al menos 2 veces al año, además de reducir tu ansiedad e incluso aumentar tu flexibilidad cognitiva y creatividad.

 

Y quienes lo hemos hecho parte de nuestra vida, sabemos que se queda corto. Desde mis primeros viajes familiares, siendo pequeña, sentí esa emoción; he desarrollado un gusto extraño por los hoteles y le perdí el miedo a las turbulencias… a lo desconocido.

 

Soy una persona introvertida, pero cuando viajo, todo se transforma. Fue así como encontré belleza en viajar sola y lo recomiendo cada que puedo, porque no hay mejor forma de conocerte, que convivir contigo 24/7 en un lugar lejano.

 

Disfruto esas tardes perdida entre calles que no volveré a ver, comiendo los platillos que traen consigo tanta historia y cultura como sabor, intentando grabar en mi memoria cada tono de azul que pinta el cielo, el sonido de aquel músico callejero que inunda todo el ambiente o esa sonrisa que me regala un desconocido.

 

Y sí, también he sido víctima de mis demonios, de un ataque de ansiedad a mitad de la nada, del revisor que te para en seco para enseñarle tu boleto del metro para poder transbordar, mientras no entiendes nada, porque en casa todo es diferente.

 

Al final, cada viaje, cada sello en el pasaporte, cada boleto de autobús, me han hecho más fuerte, más humana, se han vuelto parte de mi historia y alimentan mis ganas de conocer el mundo. Cada año era esperar el momento de partir… hasta que todo cambió.

 

Cuando el último vuelo se fue y llegó el encierro

Fue en marzo de 2020 cuando todo se paró, lo recuerdo bien. Los rumores comenzaban y, pese a eso, el último puente para los vacacionistas, transcurrió; yo estudiaba un diplomado y no pude hacer ese último viaje a Michoacán con mi familia: “El deber llama, será para la otra”, pensé, pero esa otra aún no ha llegado.

 

Lo que pensamos sería cuestión de un par de meses, se transformó en más de un año donde todo, absolutamente todo, cambió.

 

La pandemia nos golpeó a todos, a algunos más que a otros, pero nadie se salvó del golpe del encierro, la incertidumbre, la angustia. El temor, quizá irracional, de que el virus tocara a nuestra puerta y de pronto todo terminara, que el próximo abrazo nunca llegara.

 

Y las noticias, las cifras, las historias, golpeaban fuerte y te obligaban a ser agradecido, porque los tuyos estaban sanos y salvos, porque la oscuridad no había llegado a casa y el viacrucis de visitar hospitales no te había tocado y, pese a eso, sufrías.

 

Incluso en momentos así, te enseñan que el dolor es selectivo, restringido para quienes realmente “tienen algo” por lo cual sufrir, pero cada pequeña pérdida merece ser reconocida.

 

Porque, aunque parezca insignificante, a todos nos robaron algo: ese último viaje para visitar a quien amabas y que se fue en medio de una pandemia; las visitas médicas para el control de tu ansiedad; ver crecer al recién llegado a tu familia; abrazos que no regresan… aunque, ante todo, tenemos vida.

 

¿Sufrí por no poder viajar por más de un año? Sí, no lo niego. Acostumbrada a planear aventuras y soñar con nuevos destinos, me decepcionó saber que eso no pasaría en un buen tiempo, pero para mi alma viajera, el golpe pegó más allá.

 

Fue ver los lugares en donde alguna vez fui feliz, atacados por un monstruo invisible, sus calles transformadas en cementerios de silencio, sus risas ahogadas. De pronto entendí, que pasaría mucho tiempo antes de poder viajar como antes, de sentirnos libres… si sucedía.

 

La pandemia no sólo cerró las fronteras y detuvo los vuelos, también cambió la forma como viajábamos.

 

Los antifaces se convirtieron en mascarillas, ahora debemos guardar espacio en el equipaje de mano para el desinfectante, el antibacterial, y otro en nuestra agenda, para la prueba de PCR o antígenos, que confirmen nuestra salud.

 

Ya no bastará el verificar que tu pasaporte esté vigente y no te soliciten visa, sino los requisitos establecidos por país y si la ruleta de la vacunación te otorgó la dosis de una vacuna reconocida en tu destino.

 

Pero también, seremos más conscientes... espero. Esta pandemia nos recordó lo frágiles que somos y como todo cambia en un segundo, a ser responsables con nuestra salud y el impacto que tenemos en otros, hacer caso a las autoridades y, sobre todo, disfrutar cada instante, estar presentes.

 

 Hoy las fronteras comienzan a abrirse, los aeropuertos a tener movimiento, las maletas a correr por las bandas. Algunos esperamos un poco más en la fila de la vacuna para poder emprender el vuelo, pero lo que este año nos dejó nunca se irá.

 

Al golpe del encierro comprendimos lo que era importante, los instantes, las experiencias y la próxima última vez, la viviremos con más ganas.

 

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