Aumenta tu autoestima y come mejor

Por: Deya Cano

Numerosos estudios relacionados con la inteligencia emocional han llegado a la conclusión de que las personas que comen en exceso o de manera compulsiva se caracterizan por la sensación de descontrol y dependencia que no existiría si tuvieran una adecuada autoestima.

 

Ese descontrol, aseguran los expertos, es producto en muchas ocasiones de sentimientos y emociones que difícilmente se pueden identificar y, mucho menos, comunicar y manejar convenientemente.

 

Comer no se limita únicamente al hecho de saciar una necesidad básica, también se come por el placer de hacerlo y para satisfacer demandas emocionales y psicológicas.

 

La comida: crimen o castigo

Para Susana Aríngoli, instructora en salud, nutrición y actividad física, algunas personas utilizan el alimento como un aislante emocional del malestar que les provoca llevar una vida sin sentido y carente de motivaciones.

 

Para protegerse, comen más o menos alimentos creyendo que esto ayudará a resolver sus problemas emocionales, huyendo y refugiándose en el consuelo, el olvido o la satisfacción que les provoca comer.

 

También hay personas que castigan a su cuerpo con dietas sumamente limitadas, como si la comida fuera un feroz enemigo, y creen que la solución de sus conflictos es adelgazar.

 

La falta de autoestima, señala la instructora argentina, puede empujarnos a buscar erróneamente soluciones a través de la comida, pero lo único que se consigue es ir deteriorando la salud mental y física.

 

Lo que esas personas ignoran es que la buena alimentación es mucho más que proveer al cuerpo de los nutrientes que necesita para estar perfectamente sano; comer es placer y también un acto social destinado a establecer lazos afectivos.

Aprender a comer

La comida debe ser una ocasión para compartir y disfrutar; es importante darle el lugar, el tiempo y la tranquilidad que merece.

 

Comer rápido equivale a no registrar lo que se come y las ganas de saborear un buen menú seguirán intactas.

 

En cambio, cuando no hay prisa y permitimos que la comida llegue al estómago, experimentando la sensación de saciedad, y estando totalmente liberados del malestar que produce engullir los alimentos por falta de tiempo, estamos alimentando también a nuestras emociones.

 

La comida está directamente relacionada con lo emocional; por ello, es bueno aprender a reconocer aquellas situaciones que puedan afectar nuestra alimentación y, por lo tanto, nuestro bienestar.